Hace tiempo que dejó de parecernos increíble para resultarnos indignante. No hace mucho que la casta política se evidenciaba contra las voces que gritaban en las calles “lo llaman democracia y no lo es”. Con un paternalismo vergonzante nos soltaban una chapa sobre la dictadura, la libertad y la representabilidad de los partidos elegidos en las urnas como si fuésemos un país de catetos a los que hay que aleccionar cada vez que levantan la voz. Y aunque me engañaría a mi mismo si negase la catetez como una singularidad de este nuestro país, no creo que las voces indignadas estuviesen en un error.
En España no hay democracia. La democracia es una doctrina política que atribuye la titularidad del poder al pueblo, al conjunto de la sociedad. Cualquiera, hasta un político, puede encontrar esta definición en diccionarios, libros de texto, artículos, blogs e incluso la Wikipedia. Un niño de seis años comprendería que el concepto ‘democracia’ no se ajusta realmente al sistema que, en estos tiempos, vertebra este país. En España, al menos hoy, tenemos una plutocracia; un sistema de gobierno en el que el poder lo ostentan quienes poseen las fuentes de riqueza.
Sé que los señores de pelo engominado y las señoras de mechas caoba dirán que ese es un discurso de izquierda añeja pero solo un idiota negaría la evidencia: que son los propietarios del dinero los que dictan nuestras leyes y condicionan nuestra existencia. ¿Qué otro sistema, si no una plutocracia, le daría tanta relevancia a la prima de riesgo, a los especuladores que juegan al Monopoly con nuestros derechos, al dinero por encima de las personas? En una plutocracia, además, la representación atiende únicamente a aquellos que les apoyaron, no a la voluntad general. Eso es algo que el Gobierno y el Partido Popular reconocen en cada una de sus comparecencias públicas: ellos están avalados por las personas que les otorgaron su confianza en las pasadas elecciones y los demás, que arreen. Vamos a pasar por alto el concepto ‘confianza’ después de incumplir íntegramente un programa electoral porque ese…es otro tema.
En una plutocracia existe la posibilidad de que el mandatario sea revocado en cualquier momento por voluntad de sus mandantes. Algo parecido a lo que sucedió en Grecia e Italia. Y los holdings empresariales que exigen un clientelismo político que nada tiene que ver con las necesidades de la ciudadanía también suele ser una manifestación de esa plutocracia que nadie se atreve a pronunciar. Se me ocurre pensar en esa ‘mangarrufa’ sanitaria que la Comunidad de Madrid aprobó hace unas semanas y que permite que una empresa privada se beneficie, casi en exclusiva, de fondos públicos.
Y aunque no quiero pecar de ingenuo, un sistema cuyo único valor y principio fundamental es hacer dinero, estarán conmigo que asusta. Pienso, por ejemplo, en los empresarios españoles que cierran fábricas en nuestro país y se marchan a fabricar a China porque los costes son infinitamente más económicos. Y es verdad. Esos señores, a los que me inculcan que debo respetar y admirar, echan cuentas y sonríen. Declaran, como si tuviesen razón, que fabricar en España es imposible y que los elevados costes de la producción les impiden competir en el mercado. Tal vez lo que estos señores admirables pasan por alto es que fabricar ropa, zapatos o juguetes en China es tan barato porque no hay derechos básicos. Lo dijo Liu Xiaobo, Nobel de la Paz 2010, mientras los ejemplares señores de traje y corbata oían llover. “En la trastienda de semejante milagro económico se encuentran los milagros de la corrupción sistemática, de la injusticia social, de la moral en ruinas, del futuro hipotecado, del precio desorbitado que pagan los derechos humanos”, explicó Xiaobo.
Si lo que los modélicos empresarios españoles quieren hacernos creer es que para que España sea más competitiva tenemos que renunciar a derechos humanos, a la justicia social, y empezar a cobrar 100 euros al mes, como cobra un trabajador en China, con jornadas laborales de 130 horas semanales, con 15 días libres al año, sin seguridad social ni seguro sanitario ni sindicatos, tal vez esos señores no sean tan respetables como cuentan. Pero claro, esos señores, en una plutocracia, se sienten como en casa.
Nadie se atreve a pronunciar «plutocracia» porque es bien jodido, a mí me ha costado…Fuera de bromas, enhorabuena por el artículo [¡cuánta razón tiene!] y por sus programas de radio. Deseando estoy descargarme el de ayer…
disfrútelo!!
Aunque no tenga nada que ver propongo un ejercicio de memoria absurdo y nostalgia aún más absurda: el apellido Xiaobo me estuvo martilleando porque a algo me sonaba hasta que se me ecendió el muñequito diabólico y me vino lo del Lian shan Po. Lin Chung y compañía.
Evasión o victoria sobre esta plutocracia maligna. No habrá paz para los plutocráticos, a mamporros con ellos.
Esto es para descargar un poco la adrenalina que te dispara el hablar sobre ellos evitando el ánimo de maltratar al perro ese tan simpático que no habla… ese que iba con el ratón… plutocracio o algo así se llamaba.
http://cuentalo.bitacoras.com/archivos/2005/08/08/la_frontera_azul.
Peaso de broma.
Ya en serio esta plutocracia en los últimos meses no contenta con manipularnos se ha soltado el pelo engominado y repartido leña sin decoro. Que no se olvide lo que yo llamo su represión indecente.